BURDEOS, Francia. — Sabe a pétalos de rosa. Huele a fogata. Brilla con un tinte naranja quemado. ¿Qué es? Una botella de vino Petrus Pomerol de más de $5,000 (5,000 euros) que pasó un año en el espacio.
Los enólogos de Burdeos analizan una docena de botellas del precioso líquido —junto con 320 recortes de viñas de Merlot y Cabernet Sauvignon— que regresaron a Tierra en enero después de una estancia a bordo de la Estación Espacial Internacional.
Anunciaron sus impresiones preliminares: que la ingravidez aparentemente no echa a perder el vino y mas bien fortalece las viñas.
Los autores del experimento dicen que es parte de un intento de volver las plantas en la Tierra más resistentes al cambio climático y las enfermedades al someterlas a nuevas tensiones y comprender mejor el proceso de añejamiento, fermentación y formación de burbujas en el vino.
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En una cata a ciegas este mes, 12 especialistas saborearon uno de los vinos que viajó al espacio junto con otro de la misma cosecha que permaneció en una bodega.
Un artefacto especial presurizado descorchó suavemente las botellas en el Instituto de Investigaciones del Vino y los Viñedos en Burdeos. Los expertos olieron, contemplaron y luego cataron.
“Tengo lágrimas en los ojos”, dijo a la AP Nicolads Gaume, CEO y fundador de la empresa organizadora del experimento, Space Cargo Unlimited.
Las bebidas alcohólicas y el vidrio están prohibidos en la Estación Espacial Internacional, por eso cada botella viajó en un cilindro especial de acero.
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Gaume dijo en conferencia de prensa que el experimento estudió el efecto de la ingravidez —que “genera un estrés tremendo en toda especie viviente”— sobre el vino y las viñas.
“Estamos apenas en el comienzo”, dijo, y añadió que los resultados preliminares eran “alentadores”.