CIUDAD DE MÉXICO — Páginas de internet colapsadas. Teléfonos siempre ocupados. Pedidos de ayuda en las redes sociales. Y nervios, muchos nervios.
Ese ha sido el derrotero de miles de solicitantes de asilo que fueron devueltos a México por la administración de Donald Trump y que desde el viernes ven un poco más cerca su sueño de ser admitidos por el gobierno de Joe Biden para continuar su proceso desde territorio estadounidense.
En sólo cinco días, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), ha registrado a 12,000 personas en esas circunstancias.
El número es abrumador si se tiene en cuenta que supone casi la mitad de los 25,000 casos que Estados Unidos considera abiertos del programa “Quédate en México” ideado por Trump para contener la inmigración y que todas esas personas lograron registrarse a pesar de que las comunicaciones se saturaron.
Los cruces hacia Estados Unidos de los acogidos a ese programa -oficialmente llamado Protocolos de Protección al Migrante o MPP, por sus siglas en inglés- se iniciaron a cuentagotas el 19 de febrero desde Tijuana a San Diego, al oeste de la frontera, con grupos de sólo 25 personas al día.
El miércoles el Departamento de Seguridad Interna anunció que comenzaría a procesar a migrantes instalados en un campamento en Matamoros -en el este de la frontera-, una precaria instalación levantada en la orilla sur del Río Bravo y que son una prioridad para el gobierno de Biden.
Inmigración
Del mismo modo se prevé que pronto pueda habilitarse también otro cruce desde Ciudad Juárez a El Paso, la parte de central de la frontera común.
Las estadísticas compartidas por ACNUR con The Associated Press son preliminares pero indican que unas 4,000 de las 12,000 personas serían menores o dependientes y que en torno a 1,200 se pusieron en contacto desde afuera de México.
Parte de este último grupo se registró desde Estados Unidos, lo que podría implicar que lograron cruzar ilegalmente. Otra parte lo hizo desde Centroamérica, previsiblemente gente que volvió a sus lugares de origen.
“Yo estoy que me lo creo, que no me lo creo, tengo una mezcla de sentimientos”, explicó vía telefónica una maestra cubana que espera desde hace casi dos años en Reynosa, en la frontera con McAllen, y que pidió ocultar su nombre porque fue secuestrada en esa localidad.
La mujer logró registrarse después de recibir varios mensajes de WhatsApp pidiéndole paciencia por los fallos técnicos. “Ahora a esperar la llamada”, dijo cuando por fin lo consiguió.
Esa llamada es el tercer paso del proceso. Según explicó Mónica Vázquez, la encargada de ACNUR de dar información a los migrantes, primero tienen que entrar a una página de internet para ver si su caso está activo.
Después en la del Alto Comisionado para registrarse y cuando lo han hecho reciben un correo electrónico con un cita telefónica.
En esa llamada se confirman los datos y se detecta si una persona está en una situación especialmente vulnerable aunque, finalmente, son las autoridades estadounidenses las que deciden si se debe priorizar o no ese caso.
También se establece si se trata de una unidad familiar que hay que agrupar porque, a lo largo de todo este tiempo, las personas pudieron haberse juntado o tenido hijos.
Más tarde el migrante recibe una segunda llamada en la que se le asigna una fecha para ir a un “centro de preparación para el cruce”, explicó Vázquez.
Una vez en ese centro se comprueba físicamente que la persona es quien dice que es, se preparan los documentos, se le hace una prueba de COVID-19 y, si es negativa, se la lleva a la frontera.
La agencia de la ONU encargada de estos dos últimos pasos es la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
De momento sólo hay dos puntos de concentración preparados, uno en Tijuana y otro en Ciudad Juárez.
Según Jeremy MacGillivray, adjunto de la OIM en México, cuando se tenga un mapa claro de dónde están los migrantes -algo que todavía desconocen tanto las autoridades como las organizaciones no gubernamentales- y cuántos hay en cada lugar se facilitarán autobuses o incluso transporte aéreo para llevarlos hasta territorio estadounidense.
“Es muy importante reiterar a las personas que no se muevan de donde están hasta tener una comunicación clara desde ACNUR porque sería muy arriesgado moverse sin este acompañamiento”, indicó.
El tercer punto de procesamiento será Matamoros pero tendrá características especiales, dijo MacGillivray.
El campamento donde se instalaron los migrantes desde hace casi dos años -que llegó a tener 2,000 personas y ahora alberga unas 750, según las agencias de la ONU- es un sitio con muchas carencias acentuadas por las recientes olas de frío extremo, condiciones mínimas de salubridad y en medio de una región controlada por cárteles del narcotráfico.
Por eso Estados Unidos ha enfatizado la urgencia de dar respuesta a esas personas.
Las dos agencias de Naciones Unidas alertaron a los solicitantes de asilo para que no se dejen engañar porque ya han detectado que se comparten números falsos en redes y que gente cobra por agilizar el proceso.
Por eso Vázquez hizo un llamado contundente a los migrantes: “Quédate donde estás, te vamos a ayudar, esto es gratuito y nadie debe pedirte absolutamente nada para integrarte” en este proceso.
Pero la funcionaria reconoció que es complicado pedir paciencia a personas que llevan hasta dos años en una especie de limbo y cuando todavía posiblemente tardarán meses en cruzar.
El director de la Casa del Migrante de Matamoros, Francisco Gallardo, lo intenta pero “están estresados y con mucho nervio”.