El equinoccio de otoño es un fenómeno astronómico que sucede dos veces al año de forma alterna en los dos hemisferios del planeta, y marca el fin de una estación y el comienzo de otra. En el hemisferio norte con el equinoccio de otoño despedimos al verano y le damos la bienvenida al invierno. Mientras que en el hemisferio norte ocurre el equinoccio de primavera.
La tierra órbita alrededor del sol, en sentido oeste-este, a este recorrido, se le conoce como movimiento de traslación, que tarda 365 días, 6 horas y 9 minutos en completarse. Ahora bien, el eje de rotación de nuestro planeta tiene una inclinación de 23.5 grados en relación con el plano de la eclíptica.
Como consecuencias, durante el movimiento de translación, los rayos del sol no inciden de la misma forma sobre la superficie terrestre, y como resultado se producen las estaciones climáticas: primavera, verano, otoño e invierno.
Durante los equinoccios, los rayos del sol inciden perpendicularmente sobre el ecuador, iluminando así todos los puntos de la tierra. Dando como resultado que la duración del día y la noche sean prácticamente la misma en todo el mundo, 12 horas. La palabra equinoccio proviene del latín aequinoctium que significa literalmente «noche igual».
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Con el inicio del otoño, comienzan a descender las temperaturas, transaccionando de verano a invierno. Los días se van haciendo más cortos y las noches más largas. Cada día tendremos menos duración solar. Las hojas de los árboles comienzan a cambiar de color y eventualmente caen. Las aves comienzan a migrar a lugares más cálidos.