Durante la temporada de huracanes, es frecuente que escuches que ciclones se han debilitado o fortalecido a una depresión tropical, una tormenta tropical o hasta un huracán.
Pero, ¿qué significan y cuál es la diferencia? La clave entre estos tres fenómenos consiste en la fuerza de sus vientos, lo que aumenta el nivel de posible destrucción que dejarían en las zonas que impacten.
Aquí te explicamos en qué consiste cada uno y cuáles son sus diferencias.
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El calor y la humedad son los elementos principales en la formación de cualquier ciclón tropical. El agua que se evapora desde la superficie del océano debe estar a más de 80° Fahrenheit para que se organice un sistema de baja presión en aguas tropicales, que se compone por nubes, lluvias y tormentas eléctricas.
Según detalla el Centro Nacional de Huracanes (NHC, por sus siglas en inglés), si la onda se intensifica y sus vientos incrementan hasta a unas 38 millas por hora, pasa a ser una depresión tropical.
Cuando parten de las 39 mph, pero permanecen dentro de las 73 mph, se considera una tormenta tropical. Si el fenómeno cuenta con vientos sostenidos de 74 mph o más, ya se denomina como un huracán.
Los huracanes, de igual forma, se clasifican de acuerdo a su intensidad, pues depende de la velocidad de sus vientos, se les atribuyen las categorías.
La escala Saffir-Simpson los clasifica de la siguiente forma:
¿CÓMO LOS FENÓMENOS DE EL NIÑO Y LA NIÑA CONTRIBUYEN AL DESARROLLO DE HURACANES?
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) explica que durante el fenómeno de El Niño la temperatura de la superficie del mar en la parte central y oriental del Pacífico tropical suele ser superior, mientras que, en esas mismas regiones, durante los episodios de La Niña la temperatura es inferior. Sin embargo, en el océano Atlántico, durante el fenómeno de La Niña, las aguas son más calientes.
Con El Niño, los vientos cortantes son más fuertes, por lo que decapitan las tormentas e interrumpen su desarrollo. Mientras, durante el fenómeno de La Niña, hay un mayor número de huracanes en la cuenca del Atlántico debido a las altas temperaturas del océano.
Por otro lado, en la fase Neutral, los vientos cortantes son leves o casi inexistentes, lo que también permite que se desarrollen los huracanes, ya que no hay componentes que limiten los sistemas.